Si estuviera en mis manos seguramente esta tarde hubiésemos ido a tomar un café juntas. A Pombo, que te encanta el de allí.
Si estuviera en mis manos, podrías haber ido hoy a buscar a Vega al cole, como hacen muchos abuelos. Hoy se ha enfadado con una amiga; estoy convencida de que sabrías escucharla, como siempre lo hacías conmigo.
Si estuviera en mis manos, me acompañarías a darme tu opinión sobre ese abrigo que he visto y que tanto me gusta. Seguro que me lo acababas comprando tú, te conozco.
Si estuviera en mis manos, vendrías conmigo a las tertulias laneras a tejer a la velocidad que solo a ti he visto. Merendarías con las chicas y acabarías llevando tú algo alguna tarde, aunque te guste tan poco la cocina.
Si estuviera en mis manos, quedaríamos las tardes de fútbol para hacer nuestros planes de chicas. ¡Cuantas tardes de domingo habremos pasado juntas!
Si estuviera en mis manos, nos daríamos esos paseos que nos hacíamos tú y yo por Reina Victoria hasta el Sardinero. O iríamos al centro, a mirar escaparates. Ya sabes, “salir sin rumbo”.
Ahora solo puedo hacer lo que está en mis manos, que no es nada de eso, sino buscar lo mejor para ti, cuidarte y mimarte. Antes he ido a visitarte y hoy no me has sonreído como en días atrás, hoy no sé si me has conocido, mamá.